lunes, 25 de octubre de 2010

El problema de ser ansiosa

¿Tirás el botón antes de terminar de ir al baño? ¿Ni bien arranca el partido preguntás cuánto falta? ¿Tenés ganas de que sea Navidad y estamos a 25 de octubre? Sos de los míos. Si querés te cuento el final de la nota para que no te muerdas los codos de ansiedad, pero la verdad no sé como termina. Y justamente ese, es uno de los grandes problemas de los ansiosos: la ausencia del conocimiento del final o de lo que viene.

No es que quiera saber como termina una película, eso no es ansiedad. Uno sabe a ciencia cierta y de antemano que la película va a terminar. 2 horas después, 5 horas después (si es Lo que el viento se llevó). El tema es que termina. Y punto. Entonces sé que ese es el final.

El gran problema de los ansiosos y la falta de saber la resolución de algo, es que no sólo no sabemos cómo se van a dar las cosas sino que tampoco sabemos cuándo. Alguna que otra vez he reflexionado y escrito sobre la importancia de vivir el momento. Y lo sigo sosteniendo. Pero, "ok, yo ya viví este momento...¿qué momento sigue?". Ese es el pensamiento del ansioso: pensar en lo que sigue.

Es fácil cuando uno tiene mojones claros, postas que hay que alcanzar, lograr y seguir de largo. Porque uno no tiene que pensar en "¿qué sigue?" sino que está claro: jardín, primaria, secundaria, universidad, trabajo. Trabajo. Trabajo. ¿Pareja? ¿Familia? ¿Viajes por el mundo? ¿Qué disfrutar de cada etapa? ¿Vos estás loco? ¿¡Cómo me voy a detener!?

El problema del ansioso se intensifica cuando la vida no se divide en cuatrimestres y tenemos que salir nosotros a poner mojones. Yo sé que quiero seguir, porque acá ya estuve, me aburre todo esto pero no tengo todavía marcado ni claro para adonde ir. El día a día, se...lo viví. La primavera, see la viví. ¿Qué viene?

Estar en Navidad pensando en donde vamos a pasar año nuevo, en las vacaciones pensando en las próximas, en la cena pensando en qué se va a almorzar al otro día, en la peluquería en cuál va a ser tu próximo corte y en Perú pensando en la vuelta, en Banfield pensando en el sur. No es vida.

La edad del "me pongo el barcito en la playa y se va todo al carajo" es muy dura para el ansioso. Primero porque las astas las tiene uno (y aunque siempre las tuvo, ya no hay casilleros marcados) y ladear al toro para un lado sin saber para donde es complicado. Y encima, aunque no sepamos para adonde llevarlo, queremos que llegue ya.

Quisiera que existan ejercicios para el ansioso (¡probablemente los haya pero yo no los conozco, y quiero conocerlos ya!). Caminar en la cinta sabiendo que no vamos a ningún lado, sólo por el hecho de caminar.

Me gustaría tener un video club de etapas de mi vida. Ir viendo qué viene, ver qué me gusta y qué no, qué me va a pasar y qué puedo evitar. Hacer fast foward. Está claro que eso no existe y que no va a existir nunca por más ansiosa que sea. Y está claro también que no sirve de nada. Que Amelié no sería la misma película sin la escena de la mano en las lentejas, que Lo que el viento se llevó, no es nada sin la imagen del tendal de muertos de guerra, que un mundial no es nada sin himno, que una canción es otra sin las primeras dos notas.

Da miedo pensar en pasar momentos. Después no vuelven. Tranquila, ansiosa, ya vas a estar adelante y casi en el final de la cinta, vas a pensar en porqué quisiste acelerar las cosas, por qué no disfrutaste de ese baño de inmersión, de esa mateada y de ese asadito. Lo que tenés es el hoy y es un bello hoy, y lo que viene, ya vendrá.