domingo, 15 de julio de 2012

Las pequeñeces de un charla: Cambio y Fuera.

Siendo "B" el hombre y "A" la mujer:


A - Me entendés? Cambio.
B - No. No te entiendo. Cambio.
A- Yo tampoco. Cambio.
B- ¿Qué es lo que querés?. Cambio.
A- Un cambio. Cambio.
B- ¿Querés dólares? Cambio.
A- ¿Cambiás dólares? Blue? Cambio.
B- No, yo no cambio. Cambio.
A - Vos no cambiás más. Cambio.
B - Yo no puedo cambiar ahora. Cambio.
A - ¿Es el país? Cambio.
B - No soy yo. Cambio.
A- ¿No sos vos? ¿Soy yo? Cambio.
B- No, que no soy yo. Que es el país capaz. Cambio.
A - Capaz. Cambio.
B - ¿Capaz cambiás? ¿Qué cambias?
A - ¿Querés que cambie? ¡Por qué no me lo decís y listo! Cambio.
B - Yo no te digo que cambies te pregunto si estás pensando cambiar. Cambio.
A -¿Por qué me lo preguntás? Cambio.
B -No te pregunto por qué, te pregunto qué es lo que cambiás. Cambio.
A -No te entiendo. Cambio.
B -Yo tampoco. Cambio.


Desde siempre la repetida historia de hombres y mujeres no entendiéndose. No soy yo solita. Somos todas. Somos todos.Los hombres por "simples". Las mujeres por complejas. La simpleza del hombre que le da complejidad a la ya compleja mujer acomplejada. 

Esta es una cruzada por, por ejemplo, poner un freno al "te animás".

A -¿Mi amor, te animás a ir a buscarme a la depiladora mañana?
B -No, gorda. Me da un cagazo terrible parar en la puerta y que me haga la tira de cola.

B -Gordaaa, ¿te animás a preparme unas 6 pre pizzas que vienen los pibes  a comer?
A -No, mi amor. Tengo miedo a la levadura...¿escuchaste que son bichitos que comen y se ensanchan?

Hagan el ejercicio de detenerse en cada una de las siguientes frases y en leerlas en voz alta. Fíjense que no pasa nada si uno las dice de frente, que no viene el Cuco, que no se cae un satélite. Probemos juntos, los acompaño: No tengo ganas de verte; Quiero que nos veamos; Quiero seguir mi vida con vos; Quiero que me acompañes; No te quiero más; Perdón; Ya no siento lo mismo; Te amo; Esto no da para más; Me siento sola/o; Quedate; Andate; No te vayas.


Frases como "hacé lo que quieras" o "si vos querés" abren puertas que después preferimos cerrar de un golpe. Hay que tomar coraje y decir "tengo ganas de hacer esto" y bancarse la que venga. Hay que ser valiente. Hay que ser valiente. Yo tengo que ser..."lo que quieras". Valiente. Frases como "yo pensé que vos querías" son las que se cuelan en el medio de lo que pudo ser una discusión evitada. Hay que ser valiente.

Dije muchas veces palabras que no tendría que haber dicho. Dije muchas veces las mismas palabras que dije muchas veces y que ya no quiero decir más. Cada tanto me pasa que llego a la mitad de una noche y pienso "yo a esta peli ya la ví". Como en una calesita giro y giro y la sortija que no viene. ¿Hay sortija?, me pregunto sin esperar una respuesta.

Llamo a decir las cosas y a escuchar las cosas. Y a hacer las cosas. Que las cosas no se hacen solas. Llamo a ser directos, a ser sencillos, a no especular con el mensaje de texto enviado estratégicamente para provocar reacción. Llamo a pedir lo necesario, a dar lo innecesario. ¡Vamos! Hombres y mujeres. Seamos sencillos. Seamos felices. Hablemos sencillo, hablemos felices. Hablemos y escuchemos. Y si no tenés ganas de hablar no hablés y si no querés escuchar, no escuches.

No es "te animás". Es un pedido directo y llano. Me pasás a buscar, me cocinás para mí y los chicos. Directo al grano. Y la respuesta vendrá directa. Te guste o no pero directa. Y sin vueltas. Al pan, pan. Pero no "te animes" a hacer algo: hacelo. Hoy me animé a decir muchas cosas. Ese fue mi pedido a pecho abierto. No quiero ver más esta película pero quisiera ir siempre a este cine. Y no te invito más. Estás siempre invitado. ¿Cuento con eso? ¿Vos a qué te animás?

A - Cambio y fuera.

martes, 19 de junio de 2012

El secador de pelo y la felicidad

Cuando una se seca el pelo entra en un túnel interesante. No es un túnel de tiempo, no es un túnel de oscuridad, es un túnel auditivo individual. Es como un cono del silencio pero sin silencio. Es un cono de ruido. Si hay otra persona en la habitación en donde una se está secando el pelo los "¡¿qué dijiste?!" gritados se reproducen exponencialmente. No escuchás nada más que el ffffffffffffffffffffffffuuuuuuuuuuuuuu del secador de pelo (que es más fuerte cuanto más viejo es el aparato - los iones no hacen ruido, creo).

Allí estaba yo, secador en mano en mi habitación. Ofelia sentada en la cama y la televisión prendida. Tanda publicitaria, botón de off a on, Ofelia sale corriendo asustada y empiezo a secarme el pelo. Entro ráudamente en mi túnel auditivo individual.

Hay muchas cosas que me aburren pero si tengo que hacer un listado, secarme el pelo entra seguro. Entonces me pongo frente a la televisión para verla. Para verla solamente (recuerden que no escucho). ¿Y qué veo? Publicidades. No voy hablar sobre lo ya planteado de por qué los artículos de limpieza se le venden sólo a las mujeres, a quién se le ocurre que estoy "contenta" en "esos días" y por qué mi período es azul. Voy a hablar sobre la felicidad. ¡Apalaláaaa!

Estudié publicidad y entiendo claramente que convierto necesidades en deseos y que los relaciono con aspiraciones como la de ser el más macho, la más diosa, el popular, el del auto más grande, la mejor madre. Lo sé, nada nuevo. Todo esto sumado debería devenir en la felicidad, ¿no? Lo que veo, sumida en ese túnel de ruido (ffffffffffuuuuuuuuu), es:

- Un pibe que compite con otro por hacer objetos con botellas de agua. Y es feliz.
- Una chica que sostiene un limpiador antigrasa. Y es feliz.
- Una señora que a la que una flecha le pasa por su cara y le acomoda las arrugas. Y es feliz.
- Una chica infeliz que habla con Georgina Barbarrosa. Que es feliz.
- Una mamá que le cierra el pañal al bebé. Y es feliz.

Por un lado pienso, todo lo que tardé en secarme el pelo y eso que tengo pelo corto pero mucho y grueso y me lo debiera teñir porque cada vez tengo más canas (...) y por otro, pienso en que quizás, tomando el caso de Georgina, la chica tenía una abuela polaca que le preparaba unas tortas impresionantes, que cuidaba de ella de chica porque su madre tenía que trabajar aún enferma para mantenerla a ella, a la abuela y a sus 14 hermanos; que tenía la nariz de Georgina y que cuando la ve la rememora y es feliz. 

¿Qué es la felicidad, entonces? Supongamos que vienen extraterrestres y se secan el pelo en la tierra, ¿qué verían como felicidad? ¿Felicidad son las cosas simples: una caricia, un antigrasa, un agüita mineral? Si la felicidad son las cosas simples, ¿por qué no la simplifico y pienso que los extraterrestes son sordos en vez de pensar que tienen pelo y se lo secan...por el frizz? ¿Es por qué no quiero ser feliz? Y lo más importante: si la felicidad es un pañal bien puesto, ¿por qué hay tantas madres que no son felices? Si te tengo la alacena llena de antigrasas, limpia vidrios, limpia inodoros, limpia hornos, cera quali plus ultra, ¿ya estaría? ¿La felicidad es un proceso?

Felices cumpleaños, Felices Fiestas, "Felices los Niños" (polémico "padre" y polémico "padre, ¿ud. se está construyendo un Sheraton?"),  Feliz Día, cuento con final feliz.. ¿Qué tienen en común con el antigrasa y el yogur agilizador de tránsitos?

Cuanto más pienso menos entiendo. No tengo idea qué es pero sí tuve y tengo muchos momentos felices. No los puedo describir. No los quiero describir. Los extraño cuando no están. Quiero buscarlos, encontrarlos, provocarlos, conservarlos, guardarlos, disfrutarlos. Quiero que cuando no los tengo (y me busco no tenerlos a veces, "pare cosa e´mandina"), tenga el coraje suficiente para meter cambios en mi vida. El coraje suficiente para cambiar. Quiero que cuando un marciano se seque el pelo en Buenos Aires, me mire en su túnel de ruido y diga: Eso es ser feliz.


lunes, 21 de mayo de 2012

Crónica no tenía razón (por ahí que Fabio Zerpa, no sé)

Cuando llega el 25 de mayo se me vienen 2 cosas a la cabeza: los pastelitos de membrillo de mi mamá y que se me viene otro cumple. Esta vez será mi cumple número 31.

Si bien hay bastantes días entre la fecha patria y mi natalicio, comienzan a rondar en mi cabeza preguntas como: ¿Hago pizzas ese día o fiesta el finde? ¿Y si mejor este año no festejo? ¿Por qué no cumplo 19? ¿Si prendo las 31 velas a la vez se dispara la alarma de incendios? ¿Debería comprar una alarma de incendios? ¿El seguro me cubre el plasma? ¿Pagué el seguro? Una detrás de la otra, cuál Soldán en el Ping Pong (lo cual genera, a su vez, la pregunta: ¿posta tenés que citar a Silvito en una nota?). Además, como soy ansiosa hoy que es 21 ya empiezo a pensar en el 25.

Por un lado se me vienen mis cumples pasados. El de los 4 años, en el que la pitufina-tamaño-animadora-de-fiestas pudo haber generado mi confeso y raro miedo a los innombrables seres azules. El de mis 16 en Uruguay en donde yo "era nueva". El de mis 25 en el que me creía grande. Todos tuvieron algo en común: el 25 de mayo y el polvito de hadas en el aire (esto último lo hablamos otro día, concentrémonos en el 25 de mayo).

Tengo la inefable costumbre de contar los días previos, de pensarlos, de reflexionar en lo que viene, en lo que se va, en lo que queda. Con la escarapela y el himno (y más chica: con el guardapolvo especial para los actos y la escarcha porque ese día se iba a la mañana a la escuela), el 25 de mayo trae mi cuenta regresiva. Como Crónica anuncia el verano recién comenzado el invierno; el 25 prende un cartel de "Faltan 17 días para tu cumpleaños" en mi cabeza.

  • Día 17: Los pastelitos están increíbles. Cumplís 31. Mejor decí "veintionce". No, no. 31. Si estás espléndida. Casi no se nota que tenés 6 kilos más que a los 25. Y como 6 jeans menos. Tiralos. Los guardás al pedo, no te van a entrar más. No, no los tirés así los tenés como objetivo.
  • Día 16: Los doy a la parroquia. ¿Si le digo a cura párroco "Padre, le entrego estos jeans que son más que ropa, son una meta. Son jeans aspiracionales", me va a mandar 3 Ave María, 2 Padre Nuestro y a la mierda?  
  • Día 15 y 14: Ya fue. Lo festejo. Es un día al año que es MI día. Tiene que ser especial. Pero quizásssss lo hace especial un festejo distinto, ¿no? Ya fue este año agarro el auto y me voy. Me voy a no sé: Gualeguaychú. A encontrarme, a reflexionar sobre mí, sobre mis sueños y mi vida. 
  • Día 13: O a Lobos. O Córdoba. Sola. A conocerme y a premiarme.
  • Día 12: ¿Gordo, no querés ir conmigo de viaje? Y no séeee, a Lobos. Hay laguna en Lobos.
  • Día 11: No quiero ir a Lobos. Creo que quiero hacer unas pizzas. Tranqui, sólo para los íntimos.
  • Día 10: Evento en Facebook: "Las Pizzas del 31". 40 asistentes. No. No tengo sillas.
  • Día 9: 31 años. No somos nada. Un día estás jugando al Family Game y al otro ¡zas!: Playstation. Todo pasa tan rápido. Quiero atesorar cada momento. Voy a vivir el día a día. ¡Carpe Diem! Voy a estudiar Yoga. Y también Mecánica General del Automotor. ¡Todos los días como único!
  • Día 8: No me dan los horarios. Mejor dejo Mecánica que nunca empecé y yoga me da como lento. Voy a estar ahí respirando cuando debería estar haciendo pizzas y freezando porque me queda nada para el cumple...poco más de una semana.
  • Día 7, 6 y 5: "No no sé, si voy a estar en casa pero una pizzas... No hice nada pero ya le dije a mi vieja que me haga una chocotorta o el Tiramisú que le sale rico. Por si cae alguien."
  • Día 4 y 3: 31 años:  ¿31 años y qué hice? ¡¡¿Eh?!! Federer cumple 31 en agosto. 3-1! Igualita, i-gua-li-ta! 
  • Día 2 y 1: Los 31 me estan pegando bien: estoy muy bien. Miro para atrás...¡todo lo que logré! ¿Te acordás cuando tenías miedo de ir a la facu porque no conocías a nadie? Los años me están dejando alegrías. Ya fue. No hago pizzas. Le pido a Mirta.
  • Día 0: Polvito de hadas. Es mi cumple.

La cuenta regresiva cambia según los años. Hay actores que a veces no están, nuevos contextos. Yo  cambio. La constante de la cuenta regresiva es la cuenta regresiva en sí. En eso no cambio. Tengo la inefable costumbre de pensar. Por un lado, es como que mi cumple dura muchos días y está bueno. Con lo ansiosa que soy me doy todo ese tiempo para un día solo. Increíble. Con lo rápido que todo va, con lo rápido que se va todo. Tengo ganas que un día dure una semana, dos semanas. Un siglo. A veces quisiera no crecer y a veces estoy tan contenta de hacerlo. Por otro, son 17 días perdidos en uno solo. 17 contra 1. -17. Eso no está bueno.

Crónica cuenta los días que faltan para el verano pero no debe disfrutar el invierno. Yo también quiero contar los días porque quiero guardarlos a todos. Es cursi, ya sé. Pero 1 día a la vez. Este 25 de mayo...ya veré.

viernes, 30 de marzo de 2012

Pequeña reflexión: Los hombres de bocota veloz

La situación fue en la cola de un banco. Él, un antiguo conocido mío que nunca percató que yo estaba en la fila, lo cual me permitió oficiar de observadora-escuchadora-participante (¿?). Escuchadora no porque sea una chusma, sino porque su conversación tenía un volumen considerable (y las filas del banco son cada vez más estrechas). A su lado, la que parecía ser su compañera de trabajo. El caso: un hombre de bocota veloz.

Hombre de Bocota Veloz (sust. masc. sing.)/ Dícese de los machos de la raza humana que se creen más pistolas, piolas, genios y cancheros si cuentan: a-cuántas minas se comieron; b-cómo le mintieron a su novia para irse el fin de semana con amigas y amigos; c-por qué una chica está "muerta" con él y él lo va manejando porque "ahora estoy ocupado pero sé que si quiero me la bajo"; d-todas las anteriores (que vendría a ser algo así como: "me estoy comiendo 4 minitas porque le dije a mi novia que me voy el finde con un amigo y es mentira. Y no me como más porque no quiero").

Estos hombres no abundan pero, claramente, no escasean en las pampas del hoy. Lo que sí parece escasear en ellos es la gracia, la inteligencia, la perspicacia y la realidad.

Este espécimen en particular, estaba orgulloso de no haberle dicho a su novia que se iba a la costa con 3 amigas y 2 amigos ("y encima somos justo 3 y 3, je je je" - léase con voz grave y boca semi abierta) y "una ya me dijo 'te quiero dar' pero yo ya le dije 'es tarde' así que veremos" (seguimos leyendo con voz grave). Una, que es de otro género de la misma raza (o eso parece a priori), no entiende mucho a este tipo de hombres. No entiendo por qué si son taaan capos, no le dicen a su pareja la verdad y se la bancan. Aparte, Bocota, hoy hay Facebook, blog, celulares con cámara: las mentiras tienen patas muy cortas. De todas formas, esto es algo de él y su pareja en particular pero me hizo reflexionar sobre esta clase de hombres.

Todas y cada una de nosotras se topó/está/estará con alguno de estos lindos ejemplares. A mí me pasó. ¡Vaya si me ha pasado!. Era un prototipo de esos que, mirando atrás, decís "¡no lo puedo creer y con todo lo que me gustaba este pibe! ¿Qué fuerza me tenía abstraída en ese momento?" Cuando llegó a mis oídos "che, el Señor X está diciendo que está saliendo con vos, que en realidad no quiere mucho pero que vos lo buscás", me dije: "¡Cuidado, Laura! Llegó el día: te has topado con un HBV (Hombre Bocota Veloz) y puedes salir lastimada. Córrete". Y así lo hice. Y por suerte lo hice. Y que bueno que lo hice.

La pregunta del millón es ¿qué ganan? ¿En verdad piensan que se ven sexy así? ¿Quedan realmente más cancheros ante una mujer? ¿Ante otro hombre? El resto de sus amigos, ¿cree en sus andanzas? ¿Es uno más canchero si miente? ¿Realmente se ahorra problemas? ¿Por qué se hacen cargo de lo que uno hace y listo?

Creo que la última pregunta es la más difícil de contestar. Mis saludos a los HBV que se inventan una nube de apariencias. Quizás jactarse de lo que uno "quiere ser" los consuela de no serlo en absoluto. Si tenés que aparentar que sos canchero: no sos canchero. Si tenés que aparentar que sos feliz: no sos feliz. Hay que hacerse cargo de uno: sin aparentar, sin pretender, sin mentirse. Con lo que se hace bien, con lo que se hace mal, con lo que no se hace. Si vos ya sabés lo que deseás: hacete cargo. Vas a ver como todo fluye. Difícil mi misión es, pero imposible no”, Master Yoda.

miércoles, 11 de enero de 2012

Un tropezón es caída (Nota publicada hace más de 2 años en Facebook)

Soy bastante torpe. Lo soy. Defecto o virtud, no lo sé. Un hecho, seguro. 

No es la primera vez que me pasa con mi jean ancho y las botas marrones. Una vez en mi trabajo anterior me pasó exactamente lo mismo: punta de bota + botamangas= caída. Desaparecí en un pasillo. Se rieron tanto que hasta se pensó en pedirle el video de la cámara del entrepiso a los de seguridad.

Hoy, en las callecitas de Barracas que tienen ese “sí se qué” (baldosas rotas, desperdicios varios, arena y chochumas de la construcción), una vez más la combinación punta de bota + botamangas se hizo presente pero esta vez no fue caída.

Teniendo profundamente arraigado el concepto de “un tropezón no es caída”, me puse a pensar cuándo sí tropezar es caerse.

Recordé en junio de 2003 mi tropezón del Pollo a la Portuguesa. Único plato en el que fallé en el Instituto (final de Cocina I compartido con una compañera). Recuperatorio y el grito de “Alvarez, plato: pollo a la portuguesa”. Fue levantarme y listo el pollo. Fue una portuguesa rica en cuerpo y actitud. Salí por Santa Fé con la frente en alto con cara de “sí, sé hacer un pollo a la portuguesa”. Los de la Bond Street me miraban con cara de “¿qué le pasa a la pelotuda esta, que va tan feliz con la injusticia que hay en el mundo?”. Fallar en un examen es, claramente, un tropezón menor. Pero hay otros que llevan indefectiblemente a ir de bruces al suelo .

Fallarle a alguien, es para mí una caída. Es una caída de las que duelen hasta al que no se cayó. El tropezón ya es importante porque muchas veces veías la piedra adelante y fuiste raudamente a su encuentro. Si se tropieza dos veces con la misma piedra (que suele pasar) pero de forma premeditada: es una caída triste, es una caída cobarde, es realmente una caída. Pedir perdón es una de las formas de levantarse, pero no de remediar tu moretón y, a veces, mucho menos el que le dejaste al otro. La frutilla en la rodilla arde hasta que se convierte en cascarita.

Hay tropezones que pasan. Suceden, te vienen. Venís esquivando la baldosa floja, saltando el charquito, te arremangaste los lompas pero te caés. Y no creo que te empujen, vos caés. Creo que la estabilidad depende de uno. Si estás bien parado, con equilibrio perfecto por más que te muevan el piso, vas a seguir erguido.

Hay tropezones que te ponen en jaque. Potenciales caídas que son sólo pruebas a tu habilidad de esquive. Mi enfermedad es una gran piedra ya hace muchos años. Tropiezo cuando duele fuerte, agudo, impreciso y localizado a la vez. Tropiezo cuando me cuesta aceptar que voy a tener este bache en la vereda para toda la vida. Tropiezo cuando pienso en los 13 años que pasé como paciente sin respuestas y todo empeoró. Me hace putear, putearme, culpar y culparme. Me lastima, da impotencia porque doblega al antojo de un dolor en mi cuerpo y espíritu. Tropiezo pero no me caigo. No me caigo porque la enfrento, porque pido ayuda, porque me apoyan y porque sé adonde quiero ir. No me caigo porque todo ese camino que quiero definitivamente andar, por más baches y cantos rodados que pongan, es un camino que elijo.

El amor es un gran causante de tropezones y caídas. A veces vienen veredas perfectas y a veces caminos difíciles y complicados. Lo díficil es saber que lo que "es complicado" para unos, es tan simple para otros y viceversa. Es decir, entender que los caminos son sinuosos o rectos según quien lo transite. Creo, además, que los platos rotos que algunos pagan vienen por caídas previas, de caídas de otros que provocaron las tuyas. Repito, no te empujaron, caíste. Creo que hay que despejar el paso. Barrer los platos rotos y, una vez más, saber exactamente qué camino se quiere elegir. Yo voy por la vereda del sol y creo que a punto de tomarme el Mitre.

¿Cuántas veces pensaste en que te ibas a caer y te sorprendiste de vos mismo al levantarte? ¿Cuántas piedras vienen una y otra, y otra vez y seguís yendo a su encuentro? ¿Cuántos baches te ponen a prueba y cuando vas a meter tibia y peroné te das cuenta que es más fácil bordearlos? ¿Cuántas veces bordearlos es justamente lo más difícil?

Y tropezá, tropezá, tropezá. Se trata de eso. No de andar entre algodones. No sirve andar en All Stars por vereda recién hecha si eso te mantiene seguro pero infeliz. ¡Calzate el taco aguja y andá por el empedrado! Y si tropezás, ¿qué? Tratá de no caerte. Tropecé intentando el Axel pero no caí, no porque no llegué al suelo sino porque me levanté de él. ¡Llegó mi codo, mi mano, mi cadera y toda yo al frío piso! No caí porque lo seguí intentado y cuando lo corté fue hermoso.

Sí caí conformándome, caí callándome, caí dándome por vencida. Caí no amando, caí no abriéndome, caí mintiéndome y justificándome. Caí no siendo. No siendo yo. Lo difícil es tropezar y aún en el piso seguir. Caer siempre es sencillo.

Tropecé muchas veces. Caí, otras tantas. Creo estar parcialmente de acuerdo con el conocido refrán. Un tropezón no es caída no por no completar el hecho de darse contra el piso. Un tropezón no es caída sólo cuando uno está dispuesto a levantarse.