viernes, 23 de diciembre de 2011

Tips para llegar perfecta al verano

¿Cuántas? Ponele 3 revistas femeninas, 5 webs, 674 blogs (esto sólo en Argentina) me están diciendo ahora en diciembre cómo llegar perfecta al verano. ¡Pero si es tan simple! 5 sesiones de 10 estocadas te solucionan la vida. ¡Vos no le estás poniendo voluntad, mi amor!

El concepto de "llegar perfecta al verano" me hace mucho ruido.

Primero: ¿cuándo es verano? ¿Verano se considera ya desde el solsticio del 21/22 de diciembre o estamos hablando de la segunda de enero cuando explota la Bristol? Porque si es el solsticio, arrancá porque no te llego.

Segundo: ¿Qué es perfecta? ¿Perfecta es plena, satisfecha profesional y personalmente, socialmente activa, sexualmente radiante o con la cola parada? Si es esto último, vos dale nomás que yo te alcanzo.

Crueles. Todos. Te ponen las fiestas y automáticamente después tenés que irte a la playa. Hijos de puta. Allá en el norte del mundo es invierno. Tenés frío, nieve, ropa que te tape. Tenés como 6 meses para "llegar al verano". ¡Acá lo tenés encima! Lo planificaron mal. El tipo del hemisferio sur faltó a la reunión y dijeron "má sí, que Jesusito nazca en verano para ellos".

Si la perfección es todo eso junto (satisfecha....socialmente activa + cola parada) también te están caminando. Te llenan fin de año de festejos. Arrancás desde noviembre: cumpleaños, casamientos, comuniones, colación de grado, de posgrado, fiesta de egresados de jardín, after office de la oficina, de la otra oficina, "nos juntamos con los chicos", fiesta del laburo, "nos juntamos con los otros chicos". Tenés que tratar de hacer Tetris con tu agenda para cumplir y estar "socialmente activa" lo cual te llena de canapés lo cual te hace despedirte de la cola parada. Despedís el año y tu cola parada. Porque, encima, diciembre no es un mes de gimnasio. Diciembre es el mes en el que pagás la cuota sabiendo a priori que no vas a ir.

¿Vamos todas entendiendo que la perfección es otra cosa? Si lo vamos entendiendo, copémosnos y digamos que es para cada una...que se yo, por ahí sirve...

Y en este punto un aplauso cerrado a los hombres. ¿Me decís dónde hay una revista que diga "llegá perfectO al verano" con un tipo en 3/4 perfil, mano en los glúteos, mirada sexy y sin celulitis? ¡¡La hicieron redonda!! Encima van con short a la playa. Genios. En esto, genios. No hay pareo, no hay malla con lentejuelas o bolados, o hay canutillos: shorcito y good show. Hay que reconecerles cuando la hacen bien.

No tienen que desarrollar técnicas como "la milanesa de la orilla salvadora", "buzo en la panza mientras se juega al truco", "aguantar la respiración desde la sobrilla al agua", "nah, es que me está por venir y estoy hinchada", "la ola loca-saca-bikini" y otras. No. Son animales liiiiiiibres, que juegan al fúuuuuutbol, que comen barquiiiiiillos, que se tiran al soooool. Todo esto: sin revistas que les digan qué hacer para estar perfectos. Genios.

Tercero: ¿Llegar? ¿Siempre hay que llegar a algún lado? ¿Cuándo voy a estar ya ahí para sentarme a esperar que lleguen? (¡el verano o lo que sea!). Nunca. Nunca vas a estar ahí.

Y acá me paro un rato. ¿Sabés lo que pasa? Cuando estés ahí, en el verano (cuando vos definas que este sea), no vas a estar perfecta. Porque no sos perfecta. No sos perfecta. No hay forma de que lo seas. No hay tips, no hay estocadas, no hay ensaladas, no hay tratamientos y, sobretodo, no hay que llegar a ningún lado. Estoy tratando de aprender esto: hoy es como mejor estoy. Con lo que hay. Con lo malo que esté pasando, con todo lo bueno. Hoy es mi cumbre, mi mejor día. Mañana es otro, que quizás sea mejor que hoy, pero es mañana. Y no sé cómo va  a ser.

Estoy aprendiendo que cuando digo "hoy es el peor día de mi vida", me equivoco. Hasta un día puede perfeccionarse y ser peor que el peor. Hoy es hoy. Es el día que tengo. Llegué hasta acá. Llegué imperfecta. Sin tips, sin estocadas. Llegué yo. Así.

viernes, 23 de septiembre de 2011

No te peinés que en esta foto no salís

No te estoy saliendo bien en las fotos. Hoy vi unas de ese cumpleaños en el que me sentía canchera, atrevida (¡tenía calzas!), dicharachera (palabra que denota que tengo la edad suficiente para que "la calza" haya estado de moda por lo menos dos veces en mi vida) y resulta que soy una cosa medio rara entre hinchada y hemiplégica (porque de alguna forma salí con la boca torcida en todos los cuadros). ¡Y esos zapatitos! ¡Que con la calza me re combinaban! Hmmm, no. Parece que tanto no combinaban.

Es que una fotografía no toma todo el momentum. No están los olores que te sacan con la boca fruncida y la nariz con rayas. Definitivamente no está el chiste que te hace tirar la cabeza para atrás, haciendo que se te vea hasta el arreglo de caries de diciembre del '88. Tampoco se ve en una foto el pensamiento de "¡ahora me venís a mandar un mensajito, nene! ¿Por qué no te acordaste hace dos semanitas?". O el "meneaíto, meneaíto, ahí, ahí, ahí, ahí", que hace que te saquen un primer plano panorámico de tus posaderas digno de hacer un cuadro que reemplace al de 5° B con el San Bernardo en Circuito Chico de Bariloche. Todo eso y más, no está.

Entonces me puse a pensar: Si una foto es un milisegundo de tu vida, además de todo lo que no se ve en la foto,¿qué es lo que faltó en ese milisegundo? ¿La sensación de bienestar es tan sensible que se divide en segundos? ¿Hay que procurar sentirse plena en todos los milisegundos que tengamos en nuestras vidas? ¡Son muchos milisegundos! 

La otra es asumir que no se está plena todo el tiempo. Siempre en un segundo de tu vida te va a faltar el segundo anterior y el que viene también. Y entonces seguí pensando: si tuviese una cámara que en lugar de un segundo, sacara un "momento de mi vida": ¿cuál elegiría?

¡Hay tantas fotos buenas! Esa tarde en el río Correntoso, sentada en una piedra con lápiz y papel, había olor a agua y a bosque, destellos en el agua, y sola yo. O la otra en la que mi hermano me rescataba de un trencito de mexicanos en un boliche en Cancún. Esa noche de Maracujá Sour en Lima. La de la familia la primera mañana en New York con villancicos. Mi viejo dopado con Banfield campeón. Mi mamá haciéndome la estrella de Groc (la que te dejaba si te ibas a dormir temprano). Hay algunas en las que "salí fea": de llantos, de sentirme enferma, de escuchar malas noticias. Esas fotos no las tiro, porque son parte de este álbum, pero prefiero no mirarlas. Creo que elijo una foto de un beso.

Si sacaras una foto de tu vida ahora, ¿qué es lo que quedaría afuera? Lo que hace mal, lo que lastima. Los olores, los recuerdos, las canciones, las películas, las cosas que no suman. Las incomodidades, la envidia, la mala onda. La falta de respeto, sacala. ¡Armate un álbum lindo, pebeta!

A vos amiga, sí, sí, a vos. Dejalo afuera, gritale a los cuatro vientos: "No te peinés que en esta foto no salís". Sos demasiado linda para que te arruinen la foto.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Instrucciones para comprar un vestido de fiesta

El círculo de amigas de una es chico. Y no es porque es mi círculo: el de Roberto Carlos nunca llegó a tener un millón (de hecho cantaba "yo quiero tener..."). Si sacás a los 357 de Facebook, amigos amigos son pocos. Y cuando una de ellas se casa, todos tus amigos tienen una fiesta.

Con otras fiestas que están fuera del círculo más chico de tus amigos (llamémoslo "del primer cordón"), te arreglás rápidamente: llamás a tus amigas, pedís un vestido prestado y listo. Pero cuando la que se casa es del primer cordón, te das cuenta que TODAS ya pasaron por el vestido azul a pintitas blancas y faja roja y que no está bueno que rotemos esta vez. Hay que comprarse un vestido nuevo.

De los creadores de "comprarse un jean es lo más complicado del mundo" y de los Productores de "Hay 1 vendedora insoportable cada 5 negocios" llega: "Me tengo que comprar un vestido de fiesta".

Una no se compra un vestido: una se compra un momento. Pienso en esa fiesta y me veo: luces, bola de espejos y yo. Yo con EL peinado de diosa total: rulos pero sin frizz, volumen controlado, corto pero largo. Yo con EL maquillaje: fumé negro en los ojos, ¡morocha argentina total!. Yo con EL vestido: Ese que en la foto de mi cabeza es negro-violetáceo o quizás verde manzana, strapless-con-mangas-que-me-tape-el-brazo, ancho para disimular los canapés que vendrán pero ajustado para que me marque el cuerpo. El vestido perfecto: flashes, la noche, Teté. Una princesa. Él, mi príncipe. Y si no hay él, todos caerán rendidos igual: ¡¡¡a ver con este vestido, es más que obvio!!! Una no tiene demasiadas ocasiones para vestirse de gala (este año no voy a la cena de Fundaleu, ni a la entrega de los Martín Fierro y todavía no recibí la entrada al Oscar 2012 - creo que es el Correo que anda mal), así que hay que romperla.

Entonces un día salís a buscarlo: es simple tenés todas las características en la cabeza (¿?). Vas mirando la vidriera con ese "momento" en tu cabeza...y no lo encontrás. Son muy ajustados, muy sueltos, muy poco escotados, muy escotados, muy de feria, muy caros, muy sirena, muy largos, muy cortos. Te probás, te probás y nada.

Piedras en el camino

Al hecho de no encontrarlo se suman personajes de libro que hacen la tarea menos grata:

  1. La vendedora "copada": te pido por favor que dejes de decirme "este disimula el rollo" porque estás haciendo que repare en un rollo que todavía no había visto.
  2. El modelo de moda: Se usa corte sirena, escote corazón y de seda....y toooooooooooodos son así. ¡Y yo quiero otro porque no me interesa la moda, diseñador! Además, sabés que corrés el riesgo de que haya otra con el MISMO vestido. 
  3. La anti-vendedora: - "¿Cuándo tenés la fiestita?" - ("Fiestita", pensás. Es super importante, nena.) - "En noviembre", le contestás. -"Ah, entonces vení más cerca de la fecha porque ahora no podés probártelo: nosotros cuidamos el vestido", te dice. ¡¿EH?! 
  4. La vendedora que más te conoce: te va mostrando ella vestidos según su criterio de lo que te puede quedar bien. Yo quiero pasar percheros y percheros y entrar con muchas perchas al probador.
  5. Tu humor del día: no vayas si estás en esos días. En serio te lo digo. Mirate una comedia romántica comiendo chocolate pero no vayas. En serio te lo digo de nuevo.
  6. Las teenagers: A ellas les queda bien la flor rosa en el vestido de primavera-verano 2012. A vos... ponele.
  7. Las teenagers 2: ¿Tan cortos tienen que ser los vestidos?

En fin, hay muchos palos más y como encontrar ese "momento" lleva más tiempo de lo que creés, me pongo a teorizar sobre la compra de un vestido. Llevar lo empírico a la teoría aclara los pensamientos y te lleva a conclusiones racionales, certeras, profundas y sanas. La realización de una planificación pensada hace que luego encontrar ese "momento" sea mucho más sencillo. Es por eso, que me propuse pasar mis pensamientos a unas instrucciones simples que nos sirvan a todas las que alguna vez nos vimos en esta situación. Y aquí están:

Instrucciones para comprar un vestido de fiesta


1- Que todo te chupe un huevo, total después del carnaval carioca vas a terminar transpirada, en patas, con el maquillaje corrido y feliz. Fin.

A partir de este momento voy a seguir las instrucciones y procurar que ese momento de princesa, diva total, las luces, EL maquillaje, EL peinado, EL vestido se vean a simple vista en mi a veces de moda, blanca, amplia y escotada sonrisa.

miércoles, 12 de enero de 2011

Los jeans me aprietan (¿las medias me dan calor?)

Aquel que crea que las Fiestas ya pasaron, se equivoca completamente. Lamento decepcionarlos pero las fiestas no pasaron: se quedaron todas en mis muslos. En lo poco que va del año que corre (cosa que yo no hago), tengo en mis caderas a Papá Noel, los Reyes Magos, los camellos, José, María, un pastor que le cubría los francos a José, el espíritu santo, las palomas, la estrella de Belén y un Mantecol (¿me querés decir cómo a alguien se le ocurrió inventar el Mantecol con el sólo propósito de hacerme adicta?).

Lejos estoy de hacer un racconto de lo que comí durante el 24, 25, 31 y 1 (y los días en el medio por todas las despedidas del año), sino que ante una situación vivida en la mañana me puse a pensar. Ya sabemos que pasa cuando eso pasa. ¡Cuando yo te pienso, te pienso!

Hoy estaba algo fresquito, y dije "me voy a poner el jean azul". Es un jean que me queda cómodo, que está bueno porque es azul y va con todo. Paso una pierna, paso la otra y subo el pantalón. ¿Subo el pantalón? No sí, sí...el pantalón sube. Sube pero no como antes. Cierro un botón, cierro el segundo y cierro todos. Camino. Camino y lo siento raro. Freno un poco. "Seguro que está recién lavado", me justifico. No, no. No está recién lavado. Viene la parte de la "estocada". Un paso laaargo para adelante y hasta abajo para estirarlo un poco. Ahora la otra pierna. Pero nada. Sigue igual de incómodo.

Estamos ante el momento de inflexión: ¿seguir con la incomodidad del jean azul como recordatorio de la dieta a la que tendré que someterme u optar por un pantalón más cómodo y salir como si nada (ni siquiera Papá Noel) haya pasado? Acá es donde empecé a pensar.

La Real Academia Española (RAE - que a veces se pasa de lista) define a la incomodidad, como "falta de comodidad". Como soy más asusta que la RAE, busqué comodidad y cómodo (pues la inteligente RAE la definió como "cualidad de cómodo"). En fín, cómodo es: conveniente, oportuno, acomodado, fácil, proporcionado.

Mi jean no era conveniente ni oportuno, distaba de ser acomodado y fácil, y menos que menos proporcionado (a las caderas con los camellos). O sea, incómodo. Y ahí estaba yo y mi jean no proporcionado (claramente, el jean, no yo) y tenía que tomar una decisión: ¿la incomodidad o la comodidad?

La incomodidad genera movilidad. Si uno no está cómodo con lo que está viviendo, con lo que le está pasando, con lo que está siendo y haciendo, y pensando y sintiendo, cambia o intenta cambiarlo. La comodidad, es un arma de doble filo. Por un lado, es muy placentera. ¿Qué mejor que estar cómodo con la vida de uno? Sentirla fácil, proporcionada, oportuna. ¿Qué más me gustaría en este momento que el jean azul me quedara bien? Sin embargo, la comodidad también puede llevar al sedentarismo. "Así, estoy bien, estoy cómodo" escuché decir a alguien, cuando segundos antes me decía que con su pareja ya no pasaba nada y que eran "como amigos". "Yo la quiero, no me mata de amor, pero me da cosa cambiar todo, romper la relación, separar las cosas", dijo segundos antes de decir "estoy cómodo".

Si vamos a sentirnos cómodos sintámonos cómodos positivamente. Sintámos que la vida no podría ser de otra manera a cómo la estamos viviviendo y no con resignación por aceptar lo que nos "tocó". Sintámonos cómodos con el silencio que no molesta, con las palabras que no duelen. Sintámosnos cómodos con el trabajo que motiva, con la pareja que enamora, con los amigos que no fallan. Sintámonos cómodos a sabiendas que esta es la vida que quiero vivir. Sino, no es comodidad: es sedentarismo.
 
Lo incómodo mueve, hace crecer, hace feliz. Nadie dijo que es fácil, y no es fácil ¡justamente porque es incómodo! (ver RAE), pero cuando algo nos resulta incómodo es señal de que las piezas del gran rompecabezas que somos, no están bien acomodadas. Es síntoma de que algo tenenemos que cambiar para estar mejor, como queremos estar.

Hoy me dejé el jean azul para recordármelo todo el día.