Ves un pantalón hermoso en la vidriera. Te lo imaginás con esa camisa blanca que tenés. Casi te ves parada y con los dedos de las manos estirados y el cuello en alto como el maniquí. Entrás.
- “¿Te puedo ayudar en algo?”
- “Sí, quisiera probarme el pantalón verde de la vidriera”
- “Ay, ¿viste? Es divino. ¿Qué talle usás?
Cinco minutos más tarde estás frente al espejo: un espejo de probador. Son una plaga. Ellos y sus luces perpendicularmente perpendiculares. El pantalón, que ya pensabas llevar a la salida que tenías mañana te queda como una patada en el hígado con botines de pasto alto. Es tiro alto de los altos incómodos, marca ciertas partes que mejor dejar ocultas y hasta ves que el verde está medio desteñido de un lado. Tu “ir” es una cosa cuadrada y chata. Feo pero feo feo.
Te abren la cortina y una cara sonriente te dice: “¡Te queda hermoso!”. Más allá de la clara estrategia de ventas de la chica del negocio (clara, obvia, arcaica y, en muchos casos, inútil), siempre me hace pensar en las diferencias de percepciones que todos tenemos.
Hay que ciertas cosas innegables: 1+ 1 es 2. No importa como lo queramos ver, expresar, escribir. Es objetivamente 2. Ahora la cosa se empieza a complicar cuando nos alejamos de lo abstracto de la matemática para introducir variables como personas, ideas, sentimientos y pantalones.
La comunicación es vital para ver las diferencias. Verlas, entenderlas, procesarlas y seguir. Las palabras tienen tantos significados como personas (creo que ya lo he dicho). A saber:
- Srita. X: Hola, ¿cómo estás?
- Sr. Y: Bien. ¿Vos?
- Srita. X: Bien. Gracias.
La Srta. X piensa que el Sr. Y no está interesado en continuar la charla. Ella inició la conversación y él simplemente le respondió, con un “bien” y un diplomático “¿Vos?”, de compromiso. Está todo mal. El Sr. Y piensa que mostró su interés hacia ella al preguntarle como estaba y que la Srta. X lo notó porque mostró gratitud (“Gracias”). Está todo bien.
El helado de Mantecol es lo más. ¿Qué gusto es tu favorito? Si me cantás “No necesito nada” de No Te Va a Gustar, me enamoro: ¿Cuál es la canción que te mueve? Le tengo miedo a los Pitufos, ¿vos? Estoy segura que no miramos la vida igual.
Independientemente de coincidir con que no hay que medir las cosas con la misma vara y lo de las dos caras de la misma moneda, ¿cómo hacer para estar de acuerdo si todos vemos algo distinto? ¿Aceptar la diferencia es el acuerdo? ¿Trabajarla? ¿Cómo hacer cuando un “qué frío que hace” te lo dicen cuando vos estás en musculosa? ¿Cómo hacer cuando las respuestas serán coherentes para mí y no para el otro?
Cuan distintas son las diferencias.
Hoy estuve insoportable. Pero insoportable, insoportable. Una mezcla de sensaciones y hormonas en ebullición. Creo que es el mundo el que difiere conmigo y yo necesito que me bajen la luna. Todas las diferencias serán juzgadas, planteadas, replanteadas. Soy una “contra” de lo diferente.
Sin embargo, ya en las horas finales del día, con un cuarto kilo de helado de mantecol, chocolate con almendras y frutilla al agua a cuestas, veo tus diferencias y me enamoran. Y con azúcar en sangre elevada y las hormonas bajando su nivel de vida, digo que se vengan, que las peleo y las abrazo hasta quedarme dormida.
"Yo quería que algo no pasara en 2010. Bastó con que me dijeran que no para quererlo con furia. ¿Qué tengo, Doctor?” - “Sufres de una histeria regular. Estás al borde de la infección general y no te saco el apéndice porque no te lo cubre la prepaga”. - “Doctor, sáqueme el apéndice” Quiero pensar que no soy la única histérica. Quiero pensar que es un mal pasajero.Quiero dejar de pensar.
lunes, 24 de febrero de 2014
Breve pensamiento hormonal (y un tanto cursi) sobre las diferencias (mar 2010)
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