De repente ahí estoy yo. En una gran masa amorfa. Balanceándome de un lado a otro. Luces, formas, sonidos. Me llevan, me arrastran. Me dejo llevar, me aprietan. “¿Quéeee?” “No, no te escucho”. Todo es lo mismo pero vos sos uno solo. En esa masa que viene, va, levanta los brazos, “revolea, revolea, pa derecha, pa’la izquierda”, estás vos…¡VIVO! Un sábado a la noche, en Rosario, con mis amigas de alma…en un boliche de moda.
Ya el hecho que haya dudado de escribir “boliche” o “disco” denota que estoy bastante fuera de pistas. Más allá de eso me sentí fuera de mí, estando dentro. El control de mi cuerpo lo tenían las personas que me rodeaban y el DJ. Vos querés pisar en un hueco y está ocupado con otro pie, balde, vaso tirado de plástico, agua derramada. Sos Travolta y querés demostrarlo: No, nene, no. En este momento sos un muñeco involcable, de esos inflables con la base pesada. Y pivoteás, y pivoteás. ¿Vos estás loco? ¿Cómo vas a querer bailar distinto el pasito de “Provócame”? Si lo hacés, es bajo tu entera responsabilidad.
Quizás los varones no lo sepan con detalle (pero es claro que lo notan y es evidente que lo hacemos) pero las mujeres nos arreglamos para ir a bailar. Lo hacemos. Querés sentirte distinta, única. Hasta la que ustedes miran de costado con cara de no- a-vos-no-te-estoy-mirando-es-a-la-mina-de-allá, esa también se puso linda para ir. No porque estés de levante, quizás sólo por el hecho de ir a pasarla bien con sus amigas pero todas nos miramos más de una vez al espejo antes de subir al taxi.
Y vas…Sos una diosa. Tu pelo planchado, maquillada con precisión milimétrica, los zapatos lustrados (que incluso antes te percatás en chequear con tus amigas: “¿che, estos zapatos no están medio sucios?”). Los aros nuevos, esos por los que recibiste el elogio de “vos te diferenciás por esos aros”, y que combinan con los colores que elegiste para la noche, con el saco más nuevo que tenés. Naaah, diosa, diosa.
LLegás y estás bien, mirás alrededor, la música recién comienza, hay expectativa de la noche, de los mejores temas, vas a la barra, al toque volvés. ¿Y qué pasa? Ni más ni menos que “va cayendo gente al baile”. 30 minutos después tu cara empieza a desfigurarse. Cae una amiga de una amiga que…!tiene los mismos aros que vos! ¿¡Posta!? ¿Hasta Rosario me tengo que venir para que MIS aros diferenciadores encuentren unos COMPLETAMENTE iguales? No, en serio te lo pregunto. A partir de ahí: los zapatos que lustraste, agradecé si son de cuero negro, sino…¡olvidate! Agujero de pucho en el saquito nuevo, el maquillaje corrido, la humedad te infla el pelo y salís del boliche como acabando de jugar un partidito contra las Pumas.
En estos días (días en los que estoy más mensualmente femenina que otros – ask my boyfriend if not - muá), me puse a pensar en “vos te diferenciás por esos aros”. NO. Me niego a diferenciarme por algo que se compra en la peatonal de Lomas. En esa masa amorfa y unísona, se diferencia mi amiga que odia con profundidad extrema a la gelatina, o aquella que se come un salamín por día, o la que seca el piso del baño del boliche, o la que ceba mate a dos manos en una plaza, o la que habla por celular todo Bs.As.-Rosario, o la que nunca conoció un albergue transitorio.
Si me diferencio me diferencio bien. Me diferencio por mi humor cambiante, por mis impulsos incontrolables, por ser lo irracional que soy, por amar desmedidamente, por no tener miedo al ridículo, por ponerme agresiva cuando me apasiona algo. Por hablar con todos de todo, por sonreírle a cualquiera y llorar porque pasa una mosca. Por abrirme, y preguntar, y opinar. Por ser una drama queen si se me parte una uña, si me quedo en un embotellamiento o si no lo veo por tres días. Por ponerme nerviosa si una comidita no sale como quería, por ponerle amor mientras la hago, por preocuparme por si quienes quiero están bien. Por tenerle miedo a los pitufos, y porque “que difícil se me hace, mantenerme en este viaje”. Soy así de distinta, en una masa homogénea.
Cuán atrás quedaron los días en que creía que en el Solcito o en Majo iba a conocer al amor de mi vida. Y no lo digo con nostalgia, lo digo con alegría. Voy a seguir maquillándome, y peinándome, y viéndome linda frente a un espejo. Y voy a ir a un boliche a que me arrastren, me pisen y note que estamos todas vestidas iguales. Lo voy a hacer, sonriendo, y siendo tan distinta como nadie. Tan distinta como todos.
"Yo quería que algo no pasara en 2010. Bastó con que me dijeran que no para quererlo con furia. ¿Qué tengo, Doctor?” - “Sufres de una histeria regular. Estás al borde de la infección general y no te saco el apéndice porque no te lo cubre la prepaga”. - “Doctor, sáqueme el apéndice” Quiero pensar que no soy la única histérica. Quiero pensar que es un mal pasajero.Quiero dejar de pensar.
lunes, 24 de febrero de 2014
Marcá tus 6 diferencias (o una noche en Rosario City) (jul 2010)
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