En mi casa tengo una pared verde. No es un verde manzana. Es verde. ¿Verde inglés? Según un amigo es verde "Frida Kahlo". Verde. Fue una muy linda elección de color. Verde.
Con la pared verde vino la topetina verde. Esa goma que hace que el picaporte de la puerta de entrada no marque mi pared verde. Cuando se marca queda blanco (delata el tiempo en que esa pared tenía menos personalidad y no era la pared verde). Si hay algo que a mi no me gusta son las manchas blancas en mi pared verde. Por algo es verde, igual que su topetina verde.
Ofelia es mi gata. De ojos azules (no verdes). En su adolescencia perdió un poco de serenidad. Corre por mi casa (por nuestra casa) en diagonal, por arriba de los muebles, por abajo, se trepa a todo y hace que todo cambie de lugar (pinza de depilar en la cocina, tapón de la bañera en el comedor, corrector de ojeras debajo de la estufa). Cuando hace eso, Ofelia abre más grande aún sus ojos azules y me mira. Ya dialogamos varias veces este tema del desorden y que voy a trabajar para que, entre otras cosas, tenga su bolsita de Royal Canin y sus piedritas limpias. Es un tema conversado. Pero insiste.
Ofelia descubrió la topetina verde de mi pared verde. No sé como, supongo por su volumen. Ya me tiré en el suelo para ver lo que ella ve. Ve un bordecito que acusa recibo saliendo de la pared. Un insignificante bordecito. Un bordecito verde, de la verde topetina de mi pared Frida Kahlo.
Ofelia quiere la topetina. Hace dos semanas que la mira. Se sienta y la mira. Le explico porqué no puede hacerse de ella. Salta, la despega, la reto, me mira.
Hace unos días se hizo de la topetina. En un salto por su orgullo y gloria, y mostrando su venganza ante mis 8 horas de retiro (9 con el almuerzo), la sacó. La mancha blanca surgió esplendorosa, pura, encandilante. Con ella varias lineas blancas, arañazos, que me decían: La mancha que dejó la topetina no está sola.
Como chica del 2000 que soy (nada de ositos, nada de mariposas), tomé el tacho de pintura verde, pincelito, plasticola y topetina caída e hice carne de muchos capítulos de Bricolage de Utilísima Satelital. Pegué, pinté, arreglé. Nuevamente mi pared estaba verde. Un prado en verano. Entre Ríos en carnaval. La hinchada de Banfield cuando festejaba entrar a la Copa. Verde.
Ofelia insistió. Ante mi presencia y gritos abandonó su tarea. Cuenta con la ventaja de nueve horas diarias para hacer sus saltos, desplegar sus uñas y despegar de nuevo la enclenque topetina pegada con cola vinílica. Pero no. Llego a casa y la topetina seguía. Hasta hoy.
Sonaba la música de Carrozas de Fuego. Me miró, nos miramos. Corrimos juntas. De un salto, lo logró. De un sólo salto. La mancha blanca surgió nuevamente como el Fenix. Claudiqué. No como el protagonista del Rinoceronte de Ionesco, me rendí. Entre otras cosas porque mientras buscaba la pintura verde y la plasticola, me escondió la topetina y no la encuentro. Pinté la mancha blanca, pinté los arañasos y ya no tengo topetina.
Varias reflexiones al respecto. Cuando uno tiene un norte, un objetivo, una meta debe insistir. Sólo quien sabe donde va, sabe qué camino elegir. No importa que te pongan trabas, que te tiren abajo lo poco o mucho que lograste. Hay que seguir. Y no quedés en el anonimato de las 9 horas en las que uno puede triunfar sin ser visto. Si te hacen las cosas complicadas, mostrá lo que cuesta, tu esfuerzo. Si al otro le importa o no, es su problema. Siempre tendrás tu topetina escondida. Tuya. Un trofeo.
Si te insisten con el juego, con el desafío de ponerte de nuevo ante vos un problema que ya habías resuelto (si te pegan con plasticola la topetina), poné un punto final. No sigas el juego que el otro te propone. Pateá el tablero. Parate, mirá bien y escondé la topetina.
Ofelia recién fue y miró. Ya no hay bordecito y tampoco mancha blanca. Sé que las dos ganamos. No me siento frustadora porque le corté su juego. Creo que le abrí un sin fin de nuevos objetivos. De hecho está mirando atentamente el teclado mientras escribo y tengo miedo. Temo por la lucecita del "Num Lock" que se destaca del teclado negro.
Mi pared está verde, mi gata orgullosa y yo estoy escribiendo. Me gusta.
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