Una amiga comentó uno de los últimos problemas de su padre: habiendo comprado un LCD, no contaba con cable HD. “Un gran problema” pensaríamos muchos, incapaces de que las comillas representaran de gran forma la ironía que queremos mostrar. Obviamente, el paso que siguió fue que mi amiga y su hermano le dijeron a su padre “Papá, vos sí que tenés un problema” (ironía x 2.000) y el padre contestó: “por suerte, hoy tengo este problema. Ya tuve otros más grandes. Hoy por suerte, mi problema es este”. Jaque mate. Game over. Fatality. ¿Qué contestás a eso?
Como es obvio, automáticamente me puse a pensar cuáles son mis problemas actuales, qué problemas tuve que pasar para llegar a donde estoy y qué es realmente un problema.
Al planteamiento de “¿Qué es realmente un problema?”, la RAE da frialmente su parecer: cuestión que se trata de aclarar; conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin; disgusto, preocupación. ¡RAE! ¡No entendés nada! Qué es realmente un problema y qué no, es lo que te pregunté, flaco.
El “episodio Carrefour” constituyó para mí un grave problema. Un débito hecho dos veces me desbarató mis finanzas del mes. La bolsa caía, la gente perdí a su empleo, suicidios en masa. Bueno, todo eso no pasó. En parte porque a pesar de que me traía inconvenientes, tuvo una rápida solución. Y en parte porque me pasó a mí solita. De todas formas, para mí fue un desbarajuste importante. Los “todo me pasa a mí”, “por qué tengo tanta mala suerte” o “era lo único que faltaba” no tardaron en venir. Luego, en un “Laurita te pido que reacciones” me di cuenta al ver a alguien que está valientemente peleando por su vida, qué Carrefour no era un problema.
No voy a caer en el facilismo de creer que porque alguien tiene problemas mayores, voy a minimizar los míos. No. Problemas tenemos todos. Y para cada uno, un hecho distinto constituye un problema o no. Recuerdo a Dolina cuando decía, lo que creo alguna vez más he citado, que aquel que diga que tuvo una infancia feliz es porque no recuerda los problemas de su infancia. Cuando mi mamá me venía a buscar a la casa de mi vecina y Barbie todavía no había resuelto su relación con Ken, tenía un problema enorme. “Pero mamá, ¡no sé que va a pasar con ellos!”, decía mientras mi vieja me subía por la escalera porque la cena estaba lista.
¡Oh, Laura, has descubierto la pólvora al decir el cliché “es un problema porque es mío”! Sólo hice eco de esta “genialidad conocida” para crear las bases, el marco regulatorio, de lo que un problema es para así encarar mi otro planteo: qué problemas pasé y qué problemas tengo.
Marco regulatorio para la consideración de problemas
•Valor: Contestar la pregunta: ¿Vale la pena hacerse problema y angustiarse por… (insertar aquí situación considerada problemática)?
• Solución presente: Si la situación problemática tiene una solución a la vista, no deberá considerarse problema. Como me dicen seguido cuando por ejemplo me enojo por algo sin sentido (muy ocasionalmente, porque la verdad es que soy muy centrada y yo no soy de inflamar los testículos por nimiedades. Ironía x 4.000): Tenés dos problemas: el que crees que es el problema por el que estás enojada y desenojarte.
• Radio/Alcance: Por más que el radio de acción de una persona sea muy acotado, es decir que la vida gire en torno su casa y trabajo y nada más, los problemas serán directamente proporcionales a su estilo de vida pero serán problemas al fin. Si te gusta tu primo y no te da bola o te gusta el profesor de macramé y no te da bola, el problema está igual. El radio se descartará entonces. Problemas tenemos todos.
• Tiempo: Quizás el problema sí tiene una solución presente pero si la solución no llega en el período en que es útil, tenemos un problema (o no tenemos solución por lo que tenemos un problema – ver punto de “Solución presente”).
Hecha este pequeño listado de “características” de un problema veamos si los que tengo son problemas.
• Se me inundó el auto: Tiene solución a tiempo. No es un problema.
• Me ponen “Señora” en las facturas de servicios e impuestos: Probablemente porque en las bases de datos aparezco de la siguiente manera “Laura Micaela Alvarez. Edad: Casi 29, ya debe tener hasta mellizos y pastor alemán”, Cablevisión, Edesur y un par más creen que soy señora. Si bien en mi subjetividad (y dada la cercanía de mi cumpleaños) cumple con el requisito de “validez”, tiene una solución presente: Me doy de baja del cable o me proponen casamiento.
• No sé qué quiero hacer de mi vida y qué será de ella: Problemón. Es más que valido, la solución no la veo, el radio me da y no sé cuando sí voy a saber lo que quiero.
Este es mi gran problema del presente. No sé como quiero seguir. Quizás no hay que seguir, y hay que quedarse un ratito en este presente. Quizás me gusta lo que vivo hoy y no puedo verlo, y entonces tengo un problema que no es problema.
Y este es mi problema porque pasé otros: porque alguna vez me dio vergüenza actuar en un acto escolar, porque me caí andando en bicicleta, porque Barbie y Ken no resolvían lo suyo, porque no podía ir de viaje de egresados con los chicos de Montevideo, porque los médicos no sabían lo que tenía, porque tenía 2 materias de la facultad el mismo día a la misma hora, porque mi abuelo estaba en una cama y no llegaba desde Capital, porque mi trabajo ya no me gustaba, etc. etc.
Todos estos problemas y más hicieron que hoy tenga este problema. Estoy confiada en que en un tiempo, la televisión HD será mi gran problema.
A decir verdad, la existencia de problemas nos lleva a la búsqueda de soluciones. Y las soluciones son gratificantes. Como dijimos, el verdadero problema es no encontrarlas. ¿Los problemas nos hacer avanzar?
Hay constantes que giran en torno a lo que cada uno considera un problema: la salud, el amor, la felicidad. Todos los problemas se resumen en estos problemas. ¿Por qué? Problemas tenemos todos pero probablemente tengamos menos de los que creemos.
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